Les dejo acá un poco de mi historia con el ejercicio, para que vos sepas que no estás sola.
Que el camino puede ser difícil, pero se puede.
Nunca fui una persona que disfrute del ejercicio. En las clases de gimnasia de la primaria ya me escapaba, hacía las cosas totalmente desganada. Si bien de chica no tenía problemas de sobrepeso y jugaba y andaba en bici, el hecho de hacer “educación física” no me daba ganas. No lo disfrutaba.
En el secundario se tornó algo más complicado. Ya ahí tenía los famosos “5 kilitos de más”, muchas compañeras modelos (literalmente) y si bien me sentía cómoda con mi cuerpo entonces, no podía dejar de pensar en lo lindo que sería ser flaca como ellas.
En las clases de educación física, ellas eran gacelas trotando, jugaban con una gracia asombrosa al volley, hacían la vertical y la medialuna casi sin esfuerzo. Yo era bruta para correr, me quedaba sin aire fácilmente, me torcía los dedos en el volley y olvidensé que haga piruetas. Si le sumamos la presión de la profesora, empecé entonces a padecer la vergüenza de hacer ejercicio en público. Y vale aclarar que era muy bien académicamente, pero tan mala en ed. física que terminé aprobando el último año porque la profesora me dejó hacer una presentación sobre el cuerpo humano (especialmente musculatura), sino no terminaba el secundario.
En medio de mi paso por el secundario, empecé a probar clases de Aeróbics y Step cuando aún no tenía esa vergüenza, pero cuando llegó ese momento, no me daba la cara para ir. Ahí probé los tradicionales con máquinas y no duraba 3 días. Me torturaba la forma en que yo sentía que la gente me miraba “Mirala a esa que no puede hacer nada” se fue transformando en “Mirá a esa gorda que no cree que puede hacer algo, ridícula”. Nunca nadie me lo dijo a la cara, pero yo lo sentía en las miradas.
Cuando terminé mis estudios reintenté volver a los gimnasios. Ya estaba con obesidad grado 1 y me pudrí completamente de que los profesores que estaban se pasaban todo el tiempo charlando con minas divinas sin dar bola si hacía bien o no los ejercicios. Probé ir a un gimnasio de entrenamiento de profesionales y rehabilitación que fue donde me sentí cómoda porque cada uno estaba en lo suyo, pero a la larga se me hizo imposible seguir yendo porque era muy lejos y muy caro.
Dejé de entrenar. Busqué un personal trainer. Estaba re contenta, me sentía segura haciendo el entrenamiento en mi casa, con un profe que me indicaba correctamente todo y se preocupaba que no me lesione. 3 meses después, no vino a una clase, lo llamé, no atendía. Nunca más pude volver a contactarlo y me sentí atroz: abandonada por el personal trainer. En mi cabeza pensaba “tan malo era mi progreso que el tipo se cansó de entrenarme?” Esto fue allá por el 2006.
Pasaron aproximadamente 5 años para que vuelva a intentar hacer algo. Fue estando ya en pareja con mi marido. Los dos queríamos entrenar y yo no quería saber nada con gimnasios. Contactamos a una pareja de personal trainers que nos entrenaba a los dos con el sistema de Entrenamiento Funcional. Estuvimos re bien unos meses. Ellos un día cancelaron la clase porque se estaban mudando, nos patearon un par de clases más hasta que nos dicen por mensaje que “ahora tenemos menos tiempo y nos vamos a centrar en los clientes más… regulares.” En mi cabeza: “ok, no nos quieren entrenar mas. Otra vez abandonada por otro personal trainer”. Y ya no quise saber nunca más nada.
Enero 2014. Llego a mi peso máximo de 119,5kg. Triste, vencida. En Marzo me diagnosticaron SOP y mi sueño de ser mamá se estaba yendo por la cañería. De pura suerte vi que estaban armando un gym, algo lejos de mi casa, dónde parecía que hacían lo que yo hacía con los últimos entrenadores: funcional.
Decidí ir a una clase de prueba y me encontré con un mundo totalmente diferente. Clases cortas, divertidas gracias a los entrenadores, con música, mucha onda. El sistema era tan fantástico que nadie podía desperdiciar un segundo mirando lo que otro hacía y no me sentía observada. Por primera vez en mi vida estaba disfrutando del ejercicio.
Diversas cosas pasaron en mi vida desde entonces y dejé de ir allá. Pero logré seguir el entrenamiento mediante un ex profesor que hoy es un gran amigo.
En un año de esfuerzo logré bajar a 101kg. Como la vida existe y no podemos planificar el mundo, diversas cosas pasaron, estuve 3 meses sin entrenar ni cuidarme en las comidas, llena de estres y volví a subir 10 kg. Pero ya no me importa. No tiro más la toalla y sigo adelante.
Hoy sigo entrenando en casa por un tema de tiempos y comodidad, espero que llegue el calorcito para ir a entrenar al parque como estuve haciendo el año pasado. Sigo pidiendo ayuda cuando es necesario y tengo todas las herramientas para que mi vida sea más y más saludable.
Hoy con este peso, estoy muchísimo más saludable que cuando pesaba 80kg (y eso que mi peso ideal según el IMC es de 65kg). Hoy tengo mi resistencia a la insulina controlada, puedo hacer cosas que nunca hice y cosas que hace lustros no lograba hacer.
Ser gordo no es impedimento para nada. Amar nuestro cuerpo cómo es es la clave para cuidarlo más. Tener las herramientas necesarias nos ayudan a que a nuestro cuerpo no le falte nada necesario para su bienestar. Y el SOP no va a vencerme.